25 | septiembre | 2024

Travos: una identidad en evolución. Rompiendo con la hegemonía de género

Una celebración de la diversidad y la autenticidad que llama a romper con el estatus quo. Desde Tucumán, le fotógrafe Caro Dumas Pelletti pone el foco en los varones trans y en la manera de ser masculinos sin caer -otra vez- en lo normado.

No hay una sola manera de ser trans. Minoría entre la minoría, estos hombres trans retratados buscan su identidad y su estética por fuera la norma binaria que contrapone masculino y femenino: ellos no quieren perder lo tierno, lo dulce o hasta lo agradable que encontraron cuando la sociedad les impuso su femineidad. Hay ciertas cosas de esa primera identidad que mantienen y disfrutan, y que no sintieron la necesidad de “borrar” en su transición. Esa coexistencia implica una novedad incluso dentro de algunos espacios de lesbianas, gays, bisexuales y trans. Implica además una valentía.

La importancia de nombrarse

Ser trans implica, en la mayoría de los casos, nombrarse. Pero no se trata solamente de encontrar el nombre propio, personalísimo, con el que cada une se siente representado. Hay también una necesidad de nombramiento como colectivo, no como búsqueda de etiqueta o categoría sino de designación de un mundo de experiencias comunes.

Laurel es profesor de educación física. Empezó a definirse como persona no binaria y hoy se dice travo: “soy travo, transmasculino no binario, un poco lesbiano y un poco maricón”, se define. Encontró esta identidad en la movida ballroom, que es mucho más que un espacio de baile. Él pertenece es “padre” de la casa Bunker, un grupo que orbita en torno a un bar de la comunidad trans: Pangea, una cooperativa de trabajo integrada por personas del colectivo. Son una cooperativa de trabajo pero también una familia: cada vínculo tiene un parentesco inventado pero verdadero, una red de vínculos que se teje en torno a este espacio que busca ser inclusivo e incluyente.

Rebeldía y aversión a la norma

La identidad travesti es una categoría muy fuerte en Argentina. Y es una categoría política.

Desde la aprobación de la ley de identidad de género fueron más las personas que rectificaron su género como femenino que quienes se asumieron como varones trans, aunque en los últimos años ellos comenzaron a ser más visibles. Que algunos ahora elijan denominarse travos, en masculino pero en torno a esa misma tradición, es decisión y rebeldía. “No aceptar la norma es algo que te corre por la sangre, no ver ‘mujer’ o ‘varón’ como polos a los que hay que acercarse”, asegura Laurel.

No pasa por la ropa, ni por los accesorios. Es expresión en el sentido más amplio del término. Muchos encararon sus transiciones y se encontraron pronto con nuevas imposiciones, pero ahora de otro género. Recuerdan haberse sentido obligados a deshacerse de prendas o rechazar características que los habían constituido y con los que no estaban en conflicto. Otra vez, una norma. “Es como que sos un varón trans y te dicen ‘bienvenido, te vamos a enseñar a ser un hombre’ pero yo tampoco quiero ser así”, explica Elian. Por supuesto que el debate sobre las nuevas masculinidades no es ajeno al mundo travo, más bien todo lo contrario. Muchos de ellos llegan a la transición después de haber cuestionado

La necesidad de definiciones

“Cuando salí del closet con mi familia, la única pregunta que me hizo mi mamá fue si entonces me gustaban las mujeres”, dice uno de ellos. El resto asiente. Muchos han vivido la dificultad de responder a categorías que no los contienen, de dar respuestas que aún no tienen o que quizás son fluctuantes. “Trato de ser sincero con mis dudas”, asegura. Otro habla del agotamiento que le genera “estar militando la identidad y también la orientación”. Porque claro, se puede ser una persona travesti y sentir atracción por cualquier tipo de identidad.

Franco y Valentino son pareja. Cuentan las reacciones que generan en las calles de Tucumán. “más por gays que por travos”, aseguran. Dicen que es más usual ver de la mano a parejas de chicas que de varones. Insisten en que es “divertido” ser travos y no mienten: son alegres, hacen chistes, se quieren. Hablan de abrir puertas, de ser la imagen en la que alguien más se sienta identificado. Se ponen serios y hablan de un compañero que tuvo que dejar la provincia, de índices de depresión, de historias de suicidios. “Es más fácil cuando estamos en comunidad”, aseguran. Son una trinchera.

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